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05 Mayo | 2020

“Tener que comunicar las malas noticias por teléfono, hace que la situación emocional sea mucho más difícil”

El Dr. José María González de Echavarri, neurólogo y miembro del grupo de Investigación Clínica, Biomarcadores y Factores de Riesgo del Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), centro de investigación la Fundación Pasqual Maragall, hace más de un mes que ha dejado en segundo plano su trabajo como investigador para dedicarse a atender pacientes en una de las plantas de COVID-19 del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. 

 

¿Por qué empezaste a trabajar en el Hospital de Sant Pau? 

Para reforzar el personal médico del hospital hasta finales de mayo, como mínimo, debido a la crisis sanitaria producida por la pandemia. Como hice la residencia allí, me llamaron para trabajar en la nueva sala de hospitalización de la COVID. Hasta entonces, estaba trabajando a tiempo completo en el BBRC, pero ahora me han reducido el horario para poder estar a jornada completa en Sant Pau, donde estamos haciendo turnos para llevarlo lo mejor posible. Al principio, empezamos con turnos de 12 horas, pero ahora los hacemos más normales, de 8 o 9 horas, y turnos de guardia. Parece que la situación está poco a poco volviendo a la normalidad, y esperemos que pronto, si todo va bien, podamos volver a ver en el hospital a pacientes con otras patologías, y volver a la investigación. 

 

¿Cómo ha sido tu experiencia durante este mes en primera línea de atención a los pacientes con COVID-19?

Al principio atendíamos a más gente joven, había muchos pacientes en la UCI. Hubo que aumentar las camas de UCI de 36 a prácticamente más de 100. La situación inicial fue bastante crítica. Había muy pocos equipos de protección, a veces teníamos que reutilizar mascarillas, nunca sabías en qué sala ibas a trabajar… Luego, la situación ha mejorado un poco. Ahora se ha notado bastante que hay mucha menos gente ingresada, que hay más camas de UCI libres, y que el hospital está intentando volver a la normalidad. 

No obstante, por otro lado, hemos notado que en las últimas semanas hay más pacientes derivados de residencias de ancianos. Estos pacientes siempre son más frágiles e implican situaciones más delicadas y, por supuesto, una mortalidad mucho más alta. Ahora mismo, aunque la situación es mejor, sigue habiendo muchos pacientes, y estamos recibiendo a la gente joven que está saliendo de la UCI. Por desgracia, muchas de estas personas jóvenes salen con secuelas y con ingresos muy largos. 

 

¿Cómo estás viviendo esta situación a nivel personal?

Hay días que se hacen duros por el cansancio y, sobre todo, por las situaciones dramáticas que vivimos. En muchas ocasiones, hay familiares que no pueden visitar a su ser querido ingresado, que no saben como está, y solo podemos hablar por teléfono con ellos. Esto dificulta siempre la comunicación. También nos encontramos con situaciones muy difíciles cuando hay pacientes que van mal o están muy frágiles, en situación de últimos días o últimas horas, y sus familiares se plantean si ir a verlo para despedirse, con el riesgo que esto supone, teniendo en cuenta que en muchos casos es recomendable que no vayan porque son mayores. Hay mucha gente que no se puede despedir. Y la gestión de todo este tipo de emociones, de llamadas a las familias, probablemente sea lo más difícil para mí, porque no estamos acostumbrado a que los familiares no puedan participar en los cuidados de un enfermo, ni a tener que comunicar tantas noticias solo por teléfono, sin poder hablar cara a cara. 

También es verdad que, en estas últimas semanas en las que ha habido más pacientes de residencias, estamos viendo una mortalidad mucho más alta. Eso también hace que el trabajo sea mucho más duro, ya que cada día ves a pacientes morir por el coronavirus. Y tener que comunicar las malas noticias por teléfono, hace que la situación emocional sea mucho más difícil. 

Por otro lado, esta situación también es dura por el propio riesgo personal que conlleva. Los equipos son limitados, y siempre trabajas con el estrés de no tocar, de no contaminarte. Solo la parafernalia de vestirse con las batas, los gorros y las máscaras, ya dificulta el trabajo, y lo hace mucho más incómodo y estresante, especialmente en las situaciones en las que se complica un paciente y hay que vestirse rápido antes de entrar en su habitación. Luego llegas a casa, y te tienes que duchar y lavar toda la ropa. Sé que es nuestro trabajo, pero de alguna forma te va agotando pensar todo el rato si esto está contaminado o no. 

 

¿Qué lecciones podemos aprender de esta crisis?

Una cosa que probablemente aprendamos es lo importante que es nuestro sistema de salud público, que está parando la crisis. Es imprescindible que sigamos invirtiendo en sanidad, por un lado, para tener los recursos y profesionales necesarios, y en investigación, por el otro.

Cuando estamos hablando de vacunas, kits, tests, etc., todo este tipo de cosas están sustentadas por la investigación. En la medida en la que tú estés mejor preparado antes de que llegue el golpe, mejor lo recibirás. Es decir, cuanto más hayas investigado, y más hayas invertido en investigación antes de que todas estas cosas pasen, mejor recibirás ese golpe y antes lo conseguirás parar. Al final, sabemos que la solución para frenar todo esto es la aparición de una posible vacuna, y para ello es necesaria mucha investigación.